viernes, 6 de junio de 2014

El viejo que leía novelas de amor (Rolf de Heer-Luis Sepúlveda.)

Los Shuar le dieron la espalda cuando trajo a rastras a aquel hombre muerto.
Le dijeron que abandonase esas tierras para siempre por no cumplir con los designios de sus ancestros, aunque en sus despedidas demostraron dolor.
Borraron sus huellas de la orilla al embarcar, como si nunca hubiese estado allí.
Cuando matas a alguien por venganza o por defensa propia, usas un dardo envenenado y capturas su valor al morir.
Una bala en el pecho captura sólo el terror que sintió en el momento de su muerte. Eso te convierte a ti en el cobarde. Pero, a pesar de ser viejo, era demasiado joven para saberlo.

Yo también era joven para entender la novela cuando la leí la primera vez, y para soñar con Luís Sepúlveda y con Horacio Quiroga, y sin embargo...