Los Shuar le dieron la espalda cuando trajo a rastras a
aquel hombre muerto.
Le dijeron que abandonase esas tierras para siempre por no
cumplir con los designios de sus ancestros, aunque en sus despedidas
demostraron dolor.
Borraron sus huellas de la orilla al embarcar, como si nunca
hubiese estado allí.
Cuando matas a alguien por venganza o por defensa propia,
usas un dardo envenenado y capturas su valor al morir.
Una bala en el pecho captura sólo el terror que sintió en el
momento de su muerte. Eso te convierte a ti en el cobarde. Pero, a pesar de ser
viejo, era demasiado joven para saberlo.
Yo también era joven para entender la novela cuando la leí
la primera vez, y para soñar con Luís Sepúlveda y con Horacio Quiroga, y sin
embargo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario