“Yo, sólo yo, contengo tus temores.”
Paul
Valéry.
Brueghel aparece en Solaris para mí igual que
un recuerdo desnudo por el que me siento vulnerable y silenciosa y en el cual
me veo, como Hary, abstraída, ajena al instante, en aquella sala entonces
vacía, reflexionando acerca de esa misma vulnerabilidad...
Comprendo que esos patinadores, que somos
todos nosotros, se deslizan por el hielo inestable, expuestos a caídas, por el
hielo quebradizo, al abismo de las aguas frías que
habitan bajo esa superficie.
Observo la trampa para pájaros (tan
perfecta) que podría ser símbolo de las consecuencias, el bucle infinito que
encierra la inestabilidad de un presente y un futuro lleno de espejismos y
mentiras superpuestas.
La escena me lleva a aquel lugar, pero me
aporta algo más; que esa vulnerabilidad,
esa trampa, al menos contextualizada en ese momento, tiene que ver con los
recuerdos dolorosos de los que no podemos desprendernos y se vuelven
insistentes, corpóreos, humanizándose cuanto más se quedan con nosotros,
tejiendo una red que da vida a una rueda usando como motor la dependencia más
aterradora.
Los recuerdos son esa clase de mentiras que
debemos desintegrar, o mejor aún, deben aprender a hacerlo por sí solos, en el
momento en que comprendan, si es que no
es una capacidad inherente del ser humano, que enloquecemos por su culpa. ¿Es
posible esto sin la Ciencia Ficción?
...Ocurre entonces que Chris la llama, desde
la otra orilla de su mente abarrotada de pensamientos.
Ella se disculpa, le da un beso y, por un
instante, la falta de gravedad les hace sostenerse livianos a ras de suelo.
Ella ha comprendido.
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