El sepulturero canta mientras abre una brecha en el suelo del tamaño de una mujer menuda.
Mira a lo lejos y divisa dos hombres de negro a caballo. Se
acercan y preguntan quién estará debajo de esa tierra mañana. El sepulturero
prefiere responder con evasivas.
* * * * * *
El príncipe salvado de morir en Inglaterra desciende de su
caballo, yo le sigo y nos aproximamos a la sepultura.
Tras unos minutos de infructuosa conversación con el obrero,
tomamos asiento junto a los montones de arena húmeda que sale de la garganta de
la tierra.
¿Cuánto tarda un cuerpo en descomponerse totalmente?
Unos ocho años, señor, aunque algunos tardan más... Éste, por
ejemplo lleva muerto veintitrés años.
¿Sabes quien era?
Como no he de saberlo! Era el bufón del Rey.
* * * *
* *
Me incliné y cogí con mis manos ese cráneo amarillento y
ajado que me miraba desde su vacuidad.
Le devolví la mirada buscando el espectro de lo que debieron
ser sus ojos.
Ah Yorick, viejo amigo! Yo te recuerdo!
Aquí, debajo de este vacío se encontraban los hombros a los
que tanto trepé en mi niñez y sobre estos huesos colgaban los labios que tantas
veces besé con afecto, los mismos que se abrían para hacer ridículas muecas,
cantar burdas canciones, proferir locuaces insultos... Te recuerdo, amigo,
¿Dónde está todo eso ahora? Se lo llevó el tiempo, la muerte
sólo ha dejado de ti esta carcasa inerte e inservible que no ama ni recuerda...
Anda, ve al cuarto de mi dama y dile que debajo de esa gruesa
capa de maquillaje que se pone cada día, se esconde el aspecto que ahora tú
mismo presentas!
* * * * * *
Al día siguiente, en ese mismo lugar, daban sepultura a la
joven Ofelia.
Reescritura libre de fragmentos de la película.
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