Audrey en la playa, tumbada cerca de él, observaba cómo juntaba arena húmeda con las manos y le decía que tampoco entendía nada de la vida, que sólo quería vivir.
Ahora, que creo que todos, alguna vez, hemos juntado arena, roto hojitas de hierba o desplazado piedrecitas hasta un agujero, nunca, en realidad, se nos ha echado encima un alud de tierra y hojas secas que urgue en nuestros minúsculos planes regocijandose de agusanarlos, con esa risa malsana, ese grito que se aleja en la noche, ese " nunca más".
Y sus hermanos, y su madre, y el tipo de al lado, y la imagen de su padre, y la policia...
No lo merecen, no lo merecen.
Allí se deforma la realidad que una vez se vivió. ¿Se deforma?¿Acaso se ve todo más claro?
Con el pensamiento limpido, la sangre que fluye en cada entrenamiento, sangre nueva, sangre líquida y renovada, la tela que hay en la mirada se retira.
No lo merecen, no lo merecen.
¿De qué lado estás?
De igual manera acabarás dentro de una ratonera, muerto de hambre o atrapado entre los hierros de una trampa, pero tu propia guerra ya la has ganado, por eso sonríes, igual que la réplica de Morris en la fuga de Alcatraz, con esa sonrisa opaca e indiferente,satisfecha, llena de segundos...
Sólo el que entiende sabe, y cuando las miradas se cruzan en ese momento, ya detenido, ya sobrepasado, ese momento...
miércoles, 27 de agosto de 2014
viernes, 6 de junio de 2014
El viejo que leía novelas de amor (Rolf de Heer-Luis Sepúlveda.)
Los Shuar le dieron la espalda cuando trajo a rastras a
aquel hombre muerto.
Le dijeron que abandonase esas tierras para siempre por no
cumplir con los designios de sus ancestros, aunque en sus despedidas
demostraron dolor.
Borraron sus huellas de la orilla al embarcar, como si nunca
hubiese estado allí.
Cuando matas a alguien por venganza o por defensa propia,
usas un dardo envenenado y capturas su valor al morir.
Una bala en el pecho captura sólo el terror que sintió en el
momento de su muerte. Eso te convierte a ti en el cobarde. Pero, a pesar de ser
viejo, era demasiado joven para saberlo.
Yo también era joven para entender la novela cuando la leí
la primera vez, y para soñar con Luís Sepúlveda y con Horacio Quiroga, y sin
embargo...
miércoles, 19 de marzo de 2014
Solaris. Andrei Tarkovsky.
“Yo, sólo yo, contengo tus temores.”
Paul
Valéry.
Brueghel aparece en Solaris para mí igual que
un recuerdo desnudo por el que me siento vulnerable y silenciosa y en el cual
me veo, como Hary, abstraída, ajena al instante, en aquella sala entonces
vacía, reflexionando acerca de esa misma vulnerabilidad...
Comprendo que esos patinadores, que somos
todos nosotros, se deslizan por el hielo inestable, expuestos a caídas, por el
hielo quebradizo, al abismo de las aguas frías que
habitan bajo esa superficie.
Observo la trampa para pájaros (tan
perfecta) que podría ser símbolo de las consecuencias, el bucle infinito que
encierra la inestabilidad de un presente y un futuro lleno de espejismos y
mentiras superpuestas.
La escena me lleva a aquel lugar, pero me
aporta algo más; que esa vulnerabilidad,
esa trampa, al menos contextualizada en ese momento, tiene que ver con los
recuerdos dolorosos de los que no podemos desprendernos y se vuelven
insistentes, corpóreos, humanizándose cuanto más se quedan con nosotros,
tejiendo una red que da vida a una rueda usando como motor la dependencia más
aterradora.
Los recuerdos son esa clase de mentiras que
debemos desintegrar, o mejor aún, deben aprender a hacerlo por sí solos, en el
momento en que comprendan, si es que no
es una capacidad inherente del ser humano, que enloquecemos por su culpa. ¿Es
posible esto sin la Ciencia Ficción?
...Ocurre entonces que Chris la llama, desde
la otra orilla de su mente abarrotada de pensamientos.
Ella se disculpa, le da un beso y, por un
instante, la falta de gravedad les hace sostenerse livianos a ras de suelo.
Ella ha comprendido.
martes, 11 de febrero de 2014
Cadena perpetua (The Shawshank Redemption). Frank Darabont-Stephen King.
GRAVEDAD SHAWSHANK.
Mi madre tenía el pelo rubio color mantequilla y la cintura
estrecha. Recuerdo la nitidez de su silueta y no otra. Será porque en ella se
esconde el aroma del pan tostado y del melocotón Melba de los domingos, y será
también porque, en estos días, sigue siendo la única que no me ha abandonado en
sueños, cuando la memoria se vuelve un órgano sucio y mentiroso, cuando ya se
ha perdido toda la verdad sin reservas.
Del final de la tarde en esta biblioteca se descuelgan los
cuerpos sin vida de tantos que estuvieron aquí, el silencio de sus frentes
cansadas, los cuervos escondidos en los bolsillos de sus chaquetas de lana
raída.
Sé que dicen de mí que me he acostumbrado, que estoy
institucionalizado... Soy la antítesis de Andy Dufresne, fuera no brilla la
lluvia bajo la luna.
Hubo un tiempo en el que fui libre para elegir mis pasos, un
tiempo en el que las horas pasaban mansas y las nubes no eran más que espuma
aplastada sobre un cristal. Ahora ya no me fijo en esas cosas.
Encontré un libro de Robert Frost en lo alto de una
estantería la semana pasada, justo antes de que me diesen la libertad.
Leer estos poemas en las calles o en este cuarto nunca me
hizo sentirme menos inútil, ni menos culpable, insomne o abandonado, pero por
la noche, cuando miro allí arriba los nombres de otros que estuvieron aquí y el
mío junto a ellos, algo me empuja a seguir.
Por eso escribo poesía. Un día no tendré que pensar en nada,
no tendré que recordar nada.
Dos caminos se
bifurcan
En un bosque amarillo
Y apenado por no poder
tomar los dos
Siendo un viajero
solo,
Largo tiempo estuve de
pie
Mirando uno de ellos
Tan lejos como pude
Hasta donde se perdía
en la espesura.
Entonces tomé el otro,
Imparcialmente,
Y habiendo tenido
quizás
La elección acertada,
Pues era tupido y
requería uso;
Aunque en cuanto a lo
que vi allí
Hubiera elegido
cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana
Yacían igualmente.
¡Oh, había guardado
aquel primero para otro día!
Aún sabiendo el modo
en el que las cosas siguen adelante.
Dudé si debía haber
regresado sobre mis pasos,
Debo estar diciendo
esto
con un suspiro de aquí
a la eternidad:
Dos caminos se
bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos
transitado,
Y eso hizo toda la
diferencia.
Robert Frost. The
road not taken.
sábado, 1 de febrero de 2014
LA BROMA MAGISTRAL. El Verdugo (Luis García Berlanga.)
Magnifico día.
Brilla el sol. Apenas recuerdas la carta que recibiste ayer, el motivo que te
trae hasta aquí.
El poeta Marcos
Ana dijo una vez que el humor y el drama caminan de la mano, tú crees que el
humor no es humor ni el drama es drama si no tienen una esquirla el uno del
otro, si no se invaden levemente.
También crees
que cada uno debería poder morir en su cama, con el calor de la leche con malta
bajándote por la garganta y los pasos casi descalzos de quien alguna vez te
avisó de que tenías un trozo de lechuga entre los dientes.
¿Y si es verdad eso
de que la ley viene con una sentencia siempre?, ¿que alguien tiene que ejecutar
esa sentencia?
Detener una
vida.
Como un dios
minúsculo injustamente nombrado por un tribunal hecho de primeras necesidades.
Mañana atravesarás
esa sala de la que escuchaste decir que siempre sale un alma menos ¿o quizá
sean dos?
Esa presencia
que se deshace en el batir de mil miradas no podrá distinguir en calidad de qué
has entrado, con tus pies describiendo una torpe rúbrica, atropellada y ruidosa,
lengua de trapo impregnada de angustia y de última madrugada.
No importa de
qué lado de la muerte estés.
Cuando todo haya
terminado sabrás que estás condenado a muerte de por vida.
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